Cubiertas vegetales para cuidar el olivar

Sostenibilidad
Mapa de estados erosivos


Un tercio de la superficie destinada al cultivo del olivo en Andalucía se encuentra en secano, desarrollándose en áreas de fuerte pendiente y con amplios marcos de plantación, olivar tradicional, con el fin de proporcionar un mayor volumen de suelo a cada árbol y así poder cubrir sus necesidades. Esta situación, hace que se deje gran parte de la superficie del suelo expuesto a las condiciones climáticas, aumentándose el riesgo de degradación del suelo, especialmente por escorrentía y erosión. Perdiéndose en algunos casos más de 25Tn/ha y año de suelo disponible para el cultivo.

Esta pérdida de suelo por erosión se produce como consecuencia de la escorrentía. Cuando las gotas de lluvia impactan sobre el suelo desnudo, este se disgrega en pequeñas partículas, que son arrastradas por la lámina de escorrentía haciendo que se depositen en las zonas bajas de las laderas o acaben como material en suspensión en los arroyos y ríos. Como consecuencia, se pierde la capa más fértil del suelo, y se produce un aumento de contaminación por sedimentos de los cauces.

Por otro lado, cuando se acumulan pequeños flujos de agua de escorrentía en uno solo, especialmente en las vaguadas de las explotaciones, se produce lo que se denomina concentración de escorrentía. Este flujo concentrado es fácilmente reconocible, y suele ir asociado a un alto grado de erosión del suelo, formando cárcavas y llegando incluso a provocar caídas de árboles. Este efecto, por tanto, provoca grandes pérdidas para el productor, ya que, al hecho de la disminución de producción debido a la ausencia de algunos olivos, se suma la necesidad de aumentar las horas de trabajo en algunas ocasiones. Si las cárcavas interrumpen los recorridos marcados para un tráfico óptimo de la maquinaria, aumenta el tiempo para la realización de las operaciones, con lo que se produce un gasto mayor en la explotación.

La pérdida de suelo por erosión tiene, por tanto, consecuencias ambientales y económicas.
 

Árbol, pérdida de suelo
Terreno, pérdida de suelo



Para conseguir que el cultivo del olivar tradicional sea más sostenible, es necesario que se apliquen una serie de buenas prácticas agrícolas para la conservación del agua y el suelo. Para ello es esencial realizar un manejo adecuado del suelo que nos permita un uso más eficiente del agua y de los insumos, y así optimizar el cultivo.

Para minimizar estos riesgos de erosión y mejorar entonces la relación suelo-agua- cultivo, la opción más viable es la implantación de cubiertas vegetales.

Se pueden establecer ocupando toda la superficie del suelo o disponiéndolas en el centro de la calle, preferiblemente de manera perpendicular a la línea de máxima pendiente. Deben tener, con una anchura suficiente como para que cumplan eficientemente su función, y han de ser mantenidas a lo largo del año. En zonas donde las cubiertas vegetales puedan competir por la disponibilidad de agua con el cultivo, es importante que se realice una planificación de las operaciones sobre la misma, siendo crítico la elección de la cubierta y el momento de la siega de la misma.
 

Cubiertas vegetales
Solución cubiertas vegetales


¿Y qué beneficios aportan las cubiertas vegetales?

Las cubiertas vegetales ofrecen protección al suelo e incrementan la porosidad del mismo, ralentizando el flujo de agua y aumentando la infiltración.

El no actuar mecánicamente sobre el suelo, se consigue que las partículas de suelo se agreguen de una manera estable formando una estructura de suelo en la que hay un equilibrio de poros y, de esta manera, el agua infiltra y se distribuye con mayor facilidad por las capas del suelo. Por otro lado, la capa vegetal mantiene el suelo cubierto y lo mantiene protegido ante el impacto de las gotas de lluvia. Asimismo, reduce la velocidad del movimiento del agua de escorrentía sobre la superficie del suelo y por tanto los riesgos de erosión, que se pueden ver disminuidos hasta en un 95%. 

Por otro lado, las cubiertas vegetales favorecen el aumento de materia orgánica, muy necesaria en las zonas donde se desarrolla el olivar tradicional, y un aumento de biodiversidad, lo que conlleva un valor añadido a las explotaciones olivareras. 

Es, por tanto, que el uso de esta técnica ayuda a conseguir unos suelos sanos, en los que hay vida y, en definitiva, mejora la sostenibilidad de los sistemas agrícolas.