El suelo que… ¿labramos?

El suelo que… ¿labramos?

El suelo que… ¿labramos?

Otra agricultura es posible -y hasta recomendable por algunos organismos- para el sostenimiento de los niveles de producción actuales. Es la agricultura de conservación, que promueve la asociación española Suelos Vivos y que defiende, entre otras prácticas sostenibles, la siembra directa.

Javier D. Bazaga / Madrid
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Una agricultura capaz de emitir menos CO2, evitar la erosión del suelo y mantener su fertilidad. ¿Es posible? Distintos organismos e instituciones creen que sí, con la agricultura de conservación. Una forma de trabajar la tierra que se asienta en tres pilares fundamentales, la siembra directa, sin laboreo y sin desmenuzar el suelo para evitar la erosión; la conservación de un manto vegetal en la superficie procedente de los cultivos anteriores de manera que se incrementa el carbono y la fertilidad de los suelos; y la rotación de cultivos, es decir, diversificar las siembras para evitar que aparezcan plagas y enfermedades.

La intensificación de la agricultura en los años 50 del siglo pasado llevó a laboreos muy agresivos del suelo provocando a su degradación, por lo que la Asociación Española de Agricultura de Conservación Suelos Vivos lleva 20 años promoviendo este tipo de agricultura de conservación con trabajos que hoy están avalados por los proyectos Life -un instrumento financiero de la Unión Europea dedicado al medio ambiente para el periodo 2014-2020 y cuyo objetivo general se basa en catalizar los cambios en el desarrollo y la aplicación de las políticas mediante la aportación de soluciones y mejores prácticas para lograr los objetivos medioambientales y climáticos, según recoge el Ministerio de Agricultura-.

emilioAdemás, la agricultura de conservación llegará esta próxima semana a la Cumbre de Clima de Marruecos (COP22) de la mano del director ejecutivo de la asociación Suelos Vivos, Emilio González, como uno de los instrumentos más efectivos para mitigar los efectos del cambio climático, gracias al proyecto Life Climagri. “Un aporte fundamental de la agricultura de conservación es mitigar los efectos del cambio climático a través de la captura de materia orgánica y de carbono que hacemos en los suelos” asegura González, ya que el manto vegetal que dejan en el suelo reabsorbe el CO2 de la atmósfera. “A través de la agricultura de conservación podemos frenar el cambio climático” afirma tajante González.

No es de extrañar por tanto que el Director General de Producciones y Mercados Agrarios del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente, Fernando Miranda Sotillos, afirmara en Valladolid que “debemos ir hacia una agricultura que sea capaz de emitir menos en términos de CO2 y que también contribuya a la absorción de CO2, lo que supone un doble beneficio a la hora de cumplir con los compromisos que ha adquirido España y la UE en la lucha contra el cambio climático en la cumbre de París de diciembre de 2015. En este sentido, la agricultura de conservación es clave ya que cumple estas dos funciones de retener el CO2 en el suelo y absorber más CO2 de la atmósfera al no arar y dejar el rastrojo en el suelo”.

Así lo manifestó el pasado 22 de septiembre en la jornada internacional de agricultura de conservación que tuvo lugar en Barruelo del Valle, Valladolid, con la asistencia de más de 1.800 agricultores. “La agricultura de conservación también es vital para evitar la erosión y mantener la fertilidad de los suelos, por lo que hablamos de técnicas sostenibles que permiten al agricultor producir lo mismo, o incluso más, con menos costes. Por ello, estas técnicas encajan perfectamente en la PAC y deben ser la base de la nueva reforma planteada en el horizonte 2020, que deberá responder a todos estos retos medioambientales”, incidió Miranda.

Compromiso

En cuanto a la valoración que se hace desde la asociación Suelos Vivos del compromiso con la sostenibilidad en la agricultura Emilio González lo considera positivo. Cada vez más hay un apoyo a este tipo de prácticas en los programas de desarrollo rural que desarrollan las comunidades autónomas, y también el sector privado está mostrando más sensibilidad en este aspecto.

“En las políticas vemos que la intención y los objetivos son buenos, se promueven medidas que se supone que van a frenar el cambio climático, pero luego cuando queremos traducir esos objetivos en medidas concretas no llega toda la información al agricultor”. “Echamos en falta más medidas de agricultura de conservación que claramente se puedan traducir en técnicas de cultivo que los agricultores puedan aplicar en sus terrenos”, matiza González, también profesor de la Universidad de Córdoba, poniendo en este aspecto la crítica a ese compromiso.

“Es necesario hacer un mejor análisis de dónde tenemos que invertir y cuáles son los problemas que tenemos” porque, según ejemplifica, la Comisión Europea ha determinado que el mayor problema ambiental que tenemos en España es la degradación de los suelos, mientras que este aspecto no figura como el principal objetivo de las políticas que se están llevando a cabo en España. “No se está prestando la debida atención al suelo” subraya, y alerta de que si permitimos que se vayan 30 centímetros de suelo, “no seríamos capaces de producir a los niveles que hoy producimos”.

Hoy España cuenta con cerca de 2 millones de hectáreas dedicadas a la agricultura de conservación, 1,3 destinada a cultivos leñosos y el resto a herbáceos. De ellos Castilla y León cuenta con 200.000

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