El suelo de mi olivar presenta salinidad ¿qué puedo hacer?
En nuestro artículo “Riego en olivar ¿Cómo afecta a la producción?” os hablamos sobre la importancia de la calidad del agua de riego. Una mala calidad en el agua del riego puede provocar poco a poco la pérdida de la fertilidad del suelo llegando incluso a agotar sus recursos y por consiguiente la productividad del olivo.
En España se calcula que existen unas 840.000 hectáreas afectadas por procesos de salinización. Aunque si al analizar en un primer momento las características del suelo de tu explotación para poner un sistema de producción de olivar adecuado, no habías notado problemas de salinidad del suelo y ahora sí, significa que la calidad del agua con la que riegas tus olivos no es la adecuada.
En los últimos años, la sequía en España ha sido uno de los principales protagonistas en la agricultura y a raíz de este problema los olivareros han perforado pozos, cuyas aguas son de calidad diversa, pudiendo ser desde dulces hasta muy salinas.
Este problema es bastante común y generalmente nos solemos dar cuenta cuando el rendimiento de la explotación ya ha disminuido. Hay que saber como identificar los síntomas que nos dicen que nuestros olivos están teniendo un exceso de sales para poder poner remedio a tiempo.
Si el suelo de tu explotación presenta síntomas de salinidad…
Es necesario hacer un lavado controlado de sales. Es decir, los olivos necesitan una concentración necesaria de sales dentro de unos límites para su correcto desarrollo, pero si se sale de estos límites puede causar problemas de producción por lo que el tipo de riego en un olivar es un factor muy importante.
Con el riego por goteo se humedece solo parte del suelo y solo en esa parte será donde se produzca el lavado de sales, acumulándose en la periferia del bulbo el resto de las sales, especialmente cerca de la superficie del suelo donde la evaporación es mayor. Con el riego a manta el lavado se produce casi en toda la superficie fallando en aquellos cultivos que se cultive en caballones. Y con el riego por aspersión se produce una cobertura total, desplazando todas las sales por igual bajo la superficie.
La conclusión que podemos sacar después de evaluar estos 3 tipos de riego es que la opción más favorable, como ya sabíamos, era la de riego por goteo, ya que se produce un lavado localizado de sales y no un lavado total, que significaría un déficit de sales para el cultivo.
El agua de riego es la responsable de añadir sales al suelo, pero también es la encargada de “eliminarlas”. Esto quiere decir que, si aportamos agua en exceso, previamente calculada en función de las necesidades de tu cultivo, el exceso de sales será lavado sin provocar un déficit de estas. El agua de lavado necesaria es la fracción del agua de riego que debe drenar para mantener la salinidad del suelo por debajo del valor umbral de CE, unos 4-6 dS/m.
A pesar de que el riego por goteo sea la opción más favorable se suelen cometer algunos errores importantes, como no ajustar bien la dosis de riego contando correctamente con el exceso de agua necesario para conseguir un lavado de sales satisfactorio, o parar el riego los días de lluvia. Este último error puede ser fatal, ya que el agua de lluvia provoca la movilización de las sales pudiendo acumularlas en la periferia del bulbo y contaminándolo, por lo que lo recomendable es seguir con la misma dosis de riego de esos días.
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