El suelo de mi olivar presenta salinidad ¿qué puedo hacer?

Cultivos leñosos
Sanidad en el olivar

En nuestro artículo “Riego en olivar ¿Cómo afecta a la producción?” os hablamos sobre la importancia de la calidad del agua de riego. Una mala calidad en el agua del riego puede provocar poco a poco la pérdida de la fertilidad del suelo llegando incluso a agotar sus recursos y por consiguiente la productividad del olivo.

En España se calcula que existen unas 840.000 hectáreas afectadas por procesos de salinización. Aunque si al analizar en un primer momento las características del suelo de tu explotación para poner un sistema de producción de olivar adecuado, no habías notado problemas de salinidad del suelo y ahora sí, significa que la calidad del agua con la que riegas tus olivos no es la adecuada.

En los últimos años, la sequía en España ha sido uno de los principales protagonistas en la agricultura y a raíz de este problema los olivareros han perforado pozos, cuyas aguas son de calidad diversa, pudiendo ser desde dulces hasta muy salinas.

Este cultivo es sensible a concentraciones relativamente altas de alguno iones específicos

En el caso de este cultivo se clasifica como una especie moderadamente tolerante a la salinidad, aunque se conoce poco sobre el comportamiento del cultivo en distintas condiciones de salinidad de las diferentes variedades. Son sensibles a concentraciones relativamente altas de algunos iones específicos, como por ejemplo el sodio, el cual si su porcentaje de intercambio con otros iones es mayor al 20% el olivo empieza a mostrar los primeros problemas.

Este problema es bastante común y generalmente nos solemos dar cuenta cuando el rendimiento de la explotación ya ha disminuido. Hay que saber como identificar los síntomas que nos dicen que nuestros olivos están teniendo un exceso de sales para poder poner remedio a tiempo.

Si el suelo de tu explotación presenta síntomas de salinidad…

Si el suelo de tu explotación presenta síntomas de salinidad…

Es necesario hacer un lavado controlado de sales. Es decir, los olivos necesitan una concentración necesaria de sales dentro de unos límites para su correcto desarrollo, pero si se sale de estos límites puede causar problemas de producción por lo que el tipo de riego en un olivar es un factor muy importante.

Las sales aportadas por el riego no se evaporan y se quedan en el suelo acumulándose poco a poco

Partimos de la base de que las sales aportadas por el agua de riego no se evaporan cuando se evapora el agua si no que se quedan en el suelo acumulándose poco a poco y provocando un aumento de la tensión osmótica, dificultando la capacidad para absorber agua y nutrientes, lo que se traduce en síntomas visuales asociados a carencias nutricionales severas. Por esta razón, hacer un riego controlado es la mejor solución para este problema ya que afecta directamente a la distribución de sales en el suelo.

Con el riego por goteo se humedece solo parte del suelo y solo en esa parte será donde se produzca el lavado de sales, acumulándose en la periferia del bulbo el resto de las sales, especialmente cerca de la superficie del suelo donde la evaporación es mayor. Con el riego a manta el lavado se produce casi en toda la superficie fallando en aquellos cultivos que se cultive en caballones. Y con el riego por aspersión se produce una cobertura total, desplazando todas las sales por igual bajo la superficie.

La conclusión que podemos sacar después de evaluar estos 3 tipos de riego es que la opción más favorable, como ya sabíamos, era la de riego por goteo, ya que se produce un lavado localizado de sales y no un lavado total, que significaría un déficit de sales para el cultivo.

Un riego de alta frecuencia mantiene la humedad constante y las sales diluidas

También hay que añadir que la frecuencia del riego es muy importante ya que afecta directamente al daño que puedan ocasionar las sales. Estas, justo después del riego se encuentran diluidas en el suelo. Conforme el suelo se va secando estas sales se concentran provocando más daño, por lo que un riego de alta frecuencia, como lo es el riego por goteo, mantiene una humedad constante manteniendo las sales diluidas.

El agua de riego es la responsable de añadir sales al suelo, pero también es la encargada de “eliminarlas”. Esto quiere decir que, si aportamos agua en exceso, previamente calculada en función de las necesidades de tu cultivo, el exceso de sales será lavado sin provocar un déficit de estas. El agua de lavado necesaria es la fracción del agua de riego que debe drenar para mantener la salinidad del suelo por debajo del valor umbral de CE, unos 4-6 dS/m.

A pesar de que el riego por goteo sea la opción más favorable se suelen cometer algunos errores importantes, como no ajustar bien la dosis de riego contando correctamente con el exceso de agua necesario para conseguir un lavado de sales satisfactorio, o parar el riego los días de lluvia. Este último error puede ser fatal, ya que el agua de lluvia provoca la movilización de las sales pudiendo acumularlas en la periferia del bulbo y contaminándolo, por lo que lo recomendable es seguir con la misma dosis de riego de esos días.