La difícil tarea de sacar un producto fitosanitario al mercado

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Producto fitosanitario

Es prácticamente inevitable que, en un momento dado, los agricultores tengan que recurrir al uso de productos fitosanitarios para hacer frente a plagas y enfermedades que pueden llegar a causar graves daños en los cultivos. El problema es que las diversas instituciones que regulan su uso - tanto en la Unión Europea como en el resto del mundo - imponen normas cada vez más exigentes, basándose en el avance científico, pero también algo influidos por la creciente desconfianza de parte de la sociedad frente a estos productos.
 

El agricultor, por tanto, se encuentra con que tiene que proteger sus cultivos pero utilizando sólo los productos y dosis que le permite la legislación; esto no siempre resulta fácil, ya que los seres vivos y las leyes no suelen llevar el mismo ritmo.


Afortunadamente, las empresas dedicadas a la protección vegetal trabajan continuamente para crear nuevos productos o reformular algunos ya existentes, realizando grandes inversiones que les permitan desarrollar el producto fitosanitario perfecto. En dicho producto tiene que existir un equilibrio entre varios requisitos - ser biológicamente eficiente, atractivo para el agricultor, ambientalmente adecuado y económicamente viable. El objetivo final es facilitar al agricultor su trabajo... aunque la tarea de crear o reformular nuevos productos tampoco es nada sencilla.
 

Lo que cuesta obtener el producto fitosanitario perfecto

Para conseguir poner un producto fitosanitario en el mercado es necesaria una gran inversión en tiempo, recursos y personal. Por dar unas cifras, se ha estimado que hacen falta 140.000 compuestos, 10 años, 250 millones de dólares y el trabajo de miles de científicos en todo el mundo para lanzar un sólo producto fitosanitario en el mercado.

Todo comienza con la detección del problema, es decir, una nueva plaga o una existente que requiere de nuevas soluciones. El primer paso es identificar los compuestos químicos que podrían solucionar dicho problema, que son muchísimos (pongamos del orden de 15.000 sustancias candidatas) aunque afortunadamente las nuevas tecnologías permiten acortar este paso. Las sustancias químicas encontradas se someten entonces a una serie de pruebas para comprobar que tienen las propiedades deseadas y para evaluar su toxicidad y la seguridad ambiental en condiciones controladas. En esta segunda ronda las sustancias posibles se reducen a la decena, de entre las que se identifica la sustancia activa capaz de acabar con la plaga. A partir de ese momento, toca escoger el resto de componentes que formarán parte del producto fitosanitario (algo así como los excipientes de las medicinas) y ya tendríamos un único producto seleccionado.

Pero el proceso no acaba aquí. Llega el momento de realizar ensayos de campo, en los que se recopilan gran cantidad de datos para demostrar que el uso del producto es seguro y eficaz, de manera que se pueda completar con éxito el desarrollo y registro del producto fitosanitario. Hoy en día, se realizan más de 100 test específicos, recurriendo a una amplia red de laboratorios y campos de ensayo que permita acercarse lo más posible a distintas realidades. Y por fin se llega al último escalón: obtener el permiso para comercializarlo. Una vez la empresa que ha desarrollado el producto entrega la solicitud (acompañada de toda la información científica y los estudios necesarios que apoyan su idoneidad) comienza un largo proceso burocrático hasta conseguir que las instituciones den el visto bueno a su comercialización.
 

Laboratorio, productos fitosanitarios

 

El esfuerzo no se limita a vender el producto fitosanitario

Normalmente cuando se lanza un nuevo producto fitosanitario, la empresa desarrolladora sigue de cerca el comportamiento del producto, recopilando datos para poder mejorarlo en el futuro y asesorando y formando a los agricultores en su uso. El Good Growth Plan de Syngenta es un buen ejemplo de un compromiso que va más allá del desarrollo de nuevos productos fitosanitarios u otros insumos agrícolas (semillas, nutrientes, etc).

Además, la industria de protección vegetal colabora con otros agentes para lograr el mejor uso posible de los productos fitosanitarios. Es habitual por ejemplo que los fabricantes de maquinaria agrícola y de equipos de aplicación de fitosanitarios colaboren mejorando las boquillas de aplicación o incorporando las innovaciones tecnológicas que permiten aplicar estos productos exactamente donde se necesitan.